"Taller de Escritura Creativa" del CEP Huelva - Isla Cristina. Impartido por Teresa Suárez.

domingo, 19 de abril de 2015

ACTIVIDAD Nº 2. BINOMIO FANTÁSTICO: MADRUGAR – RESPONSABILIDAD.
TÍTULO: A QUIEN MADRUGA… ¿DIOS LE AYUDA?
            Como cada mañana, aquella melodía de notas suaves, pero que a él se le antojaban harto desagradables, lo despertó… y como cada mañana, volvió a enredarse entre las suaves sábanas a la espera de que la dulce y aterciopelada voz de su madre, mucho más agradable que aquella absurda música, le animara a que abandonara el calor de su cama.
            Madrugar no era su pasión, y mucho menos, cuando el motivo era tener que escuchar a aquel viejo profesor de bigote cano y frente descubierta hasta la coronilla. Sabía que era su responsabilidad pero él no tenía la culpa de quedar atrapado entre las sábanas todas las mañanas.
            Aquel día, muy a su pesar, sin embargo, no pudo escucharlo ya que, su madre no apareció por la puerta de su dormitorio, como ya no lo haría nunca más.
            Sobresaltado se quitó de encima y de un manotazo las mantas y edredones que le protegían del frío del invierno y salió a buscar por toda la casa a la persona que más quería.
            Una lágrima resbaló por su mejilla cuando la vio: su cuerpo yacía inmóvil en el suelo de la cocina, los ojos abiertos pero sin parpadear, los labios morados y a su lado, en mil pedazos, la taza de leche que siempre le llevaba al despertarlo. Un vacío inmenso sintió que se apoderaba de su ser, su capacidad de reacción se había ido de viaje a un lugar desconocido para él, se arrodilló a su lado y le tomó la mano, estaba fría, tanto como se había quedado su corazón.  Su madre ya no estaba allí. Ya solo podía buscarla en el hueco que había dejado en su interior.
            Su corazón se encogió, las fuerzas le fallaron y todo dejó de ser nítido a su alrededor, sintió que tras ella también quería volar su propia vida.
-         Señor  Ruipérez vuelve usted a quedarse dormido en mi clase…
Aquella voz… tan lejana, tan cercana, le devolvió a la realidad. El profesor de bigote cano y frente descubierta hasta la coronilla estaba junto a su mesa; de nuevo le había ocurrido. Sentía el sudor resbalar por su frente, y el corazón latirle a mil por hora, aún así, agradeció al cielo y la tierra que todo aquello solo hubiera sido más que un sueño y el castigo que le impuso el profesor le supo a cántico celestial… “y es que – pensó -  madrugar no puede ser sano”…
            Mayte Martínez Ramos.

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