ACTIVIDAD Nº 2.
BINOMIO FANTÁSTICO: MADRUGAR – RESPONSABILIDAD.
TÍTULO: A QUIEN MADRUGA… ¿DIOS LE AYUDA?
Como cada
mañana, aquella melodía de notas suaves, pero que a él se le antojaban harto
desagradables, lo despertó… y como cada mañana, volvió a enredarse entre las
suaves sábanas a la espera de que la dulce y aterciopelada voz de su madre,
mucho más agradable que aquella absurda música, le animara a que abandonara el
calor de su cama.
Madrugar no
era su pasión, y mucho menos, cuando el motivo era tener que escuchar a aquel
viejo profesor de bigote cano y frente descubierta hasta la coronilla. Sabía
que era su responsabilidad pero él no tenía la culpa de quedar atrapado entre
las sábanas todas las mañanas.
Aquel día,
muy a su pesar, sin embargo, no pudo escucharlo ya que, su madre no apareció
por la puerta de su dormitorio, como ya no lo haría nunca más.
Sobresaltado
se quitó de encima y de un manotazo las mantas y edredones que le protegían del
frío del invierno y salió a buscar por toda la casa a la persona que más
quería.
Una lágrima
resbaló por su mejilla cuando la vio: su cuerpo yacía inmóvil en el suelo de la
cocina, los ojos abiertos pero sin parpadear, los labios morados y a su lado,
en mil pedazos, la taza de leche que siempre le llevaba al despertarlo. Un
vacío inmenso sintió que se apoderaba de su ser, su capacidad de reacción se
había ido de viaje a un lugar desconocido para él, se arrodilló a su lado y le
tomó la mano, estaba fría, tanto como se había quedado su corazón. Su madre ya no estaba allí. Ya solo podía
buscarla en el hueco que había dejado en su interior.
Su corazón
se encogió, las fuerzas le fallaron y todo dejó de ser nítido a su alrededor,
sintió que tras ella también quería volar su propia vida.
-
Señor Ruipérez vuelve usted a quedarse dormido en
mi clase…
Aquella voz… tan lejana, tan cercana,
le devolvió a la realidad. El profesor de bigote cano y frente descubierta
hasta la coronilla estaba junto a su mesa; de nuevo le había ocurrido. Sentía
el sudor resbalar por su frente, y el corazón latirle a mil por hora, aún así,
agradeció al cielo y la tierra que todo aquello solo hubiera sido más que un
sueño y el castigo que le impuso el profesor le supo a cántico celestial… “y es
que – pensó - madrugar no puede ser
sano”…
Mayte Martínez Ramos.
Cortito, pero intenso, Mayte!Mantienes la atención!Estupendo!
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