"Taller de Escritura Creativa" del CEP Huelva - Isla Cristina. Impartido por Teresa Suárez.

miércoles, 29 de abril de 2015

La casa de mis abuelos

Siempre he vivido en la ciudad, de hecho, me cautivan las retumbantes urbes, y, tal vez por eso, la casa que recuerdo con más mimo es la de mis abuelos.
Vivían en una especie de cortijo pequeño, a las afueras de un pueblo de la costa de Cádiz, en medio de un bosque de pinos donde se mezclaban la esencia de la marisma cercana y de los árboles.
llegábamos cada verano a principios de agosto, de noche, tras catorce o quince horas de agotador viaje en coche desde Tarragona.
Cuando entre la oscuridad de aquellos caminos vislumbrábamos el destello anaranjado del farol que colgaba del porche, y sentíamos la fragancia de la dama de noche y oíamos con perfecta nitidez el ensordecedor canto de los grillos, entonces, y solo entonces nos olvidábamos del cansancio y nos sentíamos ya, por fin, en casa.
Mis abuelos nos recibían con un largo, cálido y apretado abrazo y muchos, muchos besos sonoros.
Nada más entrar en casa, nos metían a mi hermano y a mi en la cama, nos hundían en los colchones de lana, que deberían ser malísimos para la espalda y la columna y esas cosas, pero que a nosotros nos encantaban. ¡ qué rico, qué placer!
por la mañana, el resplandor del sol que entraba por entre las ventanas de madera pintadas de verde y el aroma a café recién hecho y a tostadas hacían que saltáramos de las profundidades de aquellos colchones y corriéramos por el pasillo de baldosas rojas enceradas ( como si de Dorothy Gale, la del mago de Oz, se tratara)hasta la cocina.
Como cada verano, lo que más me gustaba era registrar todos los armarios, cajas y cajones de la casa de mis abuelos. En mi habitación había un enorme baúl de madera el cual curioseaba con avidez por si había algún tesoro nuevo desde el verano pasado. Mi abuela guardaba allí todo tipo de cachivaches, recortes ya amarillos de periódicos del año uno después de Cristo, fotos antiquísimas ya borrosas muchas de ellas, una lupa, unos vestidos pasados de moda, llaves mohosas de vete tú a saber qué puerta... De aquel baúl emanaban aromas tibios, rancios, familiares que me evocan, aún hoy, aquella casa que viví.

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