Personajes protagonistas: hipopótama escéptica, gorila inocentón, cerdito valiente.
Personajes antagonistas: orangután servil, serpiente astuta, elefanta envidiosa.
Personaje mediador: el niño que vino de la nieve.
Érase una vez que en un barrio de
Huelva había una frutería regentada por una hipopótama muy seria. Atendía con
eficacia a la clientela, pero nunca sonreía. Cada vez que en la tienda surgía
una conversación sobre los diversos avatares de la existencia, ella se limitaba
a escuchar en silencio para acabar espetando un lacónico: “¡Bueno, pues allá
cada uno con su conciencia!”
La señora Hipopótama vivía con su
hermano, un gorila inocentón, que se ganaba la vida conduciendo los autobuses
de Emtusa. Ambos hermanos no se llevaban ni muy bien ni muy mal. Pero cuando llegó
la Feria de Sevilla Hipopótama le dijo a Gorila: “¿Sabes qué te digo? Me
gustaría que me llevaras a los toros”. Gorila abrió unos ojos como platos: “¡¿Quéeeeeeeee?!”
“¿Qué pasa?” –replicó ella-; “quiero ver una corrida”. Gorila pensó que era una
ventolera que se le pasaría pronto, pero Hipopota -así la llamaba- insistió tanto que accedió a
llevarla en uno de los autobuses de línea, que tomaría prestado una tarde que
tuviera libre. Pero, como era tan ingenuo, Gorila contó su plan al día
siguiente en el bar donde se reunía con otros conductores de Emtusa, entre los
cuales se encontraba Elefanta, que era muy envidiosa. Cuando ésta lo oyó corrió
a chivarse a Serpiente, que era la jefa de servicio. Y esta dijo: “¿Ah, sí?
¿Con que quiere llevarse un autobús por la cara para irse a Sevilla con la
hipopótama de su hermana? ¡Eso tendremos que verlo!” Sigilosamente se fue a
hablar con un subordinado al que usaba para los “tabajillos sucios” y que no
era otro que el orangután servil.
-¡Orangután!
-Dígame,
jefa.
-Me
he enterado de que el cretino de Gorila se quiere llevar un autobús para pasear
a su hermana por Sevilla. ¡Vamos a pillarle con las manos en la masa! Te vas a
quedar en el hangar escondido esta tarde, y cuando veas que el gorila entra y
se sube a un autobús, tú sales de repente, lo cierras todo rápido para dejarle
encerrado y me llamas a continuación.
A Orangután no le hacía ni pizca de
gracia quedarse después del trabajo escondido en el hangar, pero, como era tan
servil, sólo dijo:
-Con
mucho gusto, jefa.
Pocas horas después, mientras
Orangután permanecía agachado detrás de una pila de grandes ruedas de autobús,
esperando sorprender a Gorila, se abrió la puerta de uno de los autobuses que
había allí estacionados y se bajó de él un niño blanquísimo (porque venía de la
nieve), con cara de acabar de despertarse de la siesta.
-¡Anda!
¿Dónde estoy? –dijo más divertido que preocupado. Orangután, que lo vio desde
su escondite, se quedó asombrado: ¿qué hacía ese extraño niño dentro de un
autobús que llevaba ahí dentro ya algún tiempo? Se levantó y le preguntó:
-Oye
niño, ¿tú quién eres? –Él le contestó:
-Yo
iba montado en este autobús pero me he quedado dormido en mi asiento y me han
traído hasta aquí. Y usted, ¿quién es?
-Yo
trabajo aquí, ¿no lo ves? Venga ‘pafuera’ ahora mismo, grññ, grññ… -dijo
Orangután que, cuando se ponía nervioso, emitía gruñidos de simio.
Pero el niño que venía de la nieve ofreció
a Orangután un vaso de leche merengada granizada que sacó de no se sabe dónde.
Aunque Orangután estaba intranquilo porque pensaba que Gorila iba a aparecer en
cualquier momento, aquel vaso tenía un aspecto tan increíblemente apetitoso que
lo cogió de un manotazo y se lo bebió de un trago. Inmediatamente comenzó a ver
angelitos monos revoloteando por todo el hangar, mientras le invadía un sueño
dulcísimo que acabó con él por los suelos soñando con toda aquella tropa
angelical junta.
A la mañana siguiente, en el bar de
los conductores, Serpiente hablaba con Orangután:
-¿Qué?
¿Apareció por allí ese ceporro del Gorila?
-No,
no, jefa. Yo estuve allí vigilando atentamente, y no hubo ninguna novedad.
-¿Y
hasta qué hora te quedaste?
-He
estado allí toda la noche, jefa, para cumplir sus órdenes.
Serpiente le miró incrédula, y se
fue a sus quehaceres. En la barra del bar, algunos empleados cuchicheaban entre
risitas que habían encontrado a Orangután por la mañana durmiendo como un
bendito en el hangar: “¡Menuda cogorza habría cogido!”, comentaron. Gorila
también estaba allí, hablando con su mejor amigo, el Cerdito valiente. A
Orangután le pareció que Gorila movía a veces los brazos como si estuviera
toreando, pero no se fijó mucho porque se sentía un poco aturdido.
En la frutería del barrio,
Hipopótama escuchaba a la clientela con su habitual e impasible cara de
esfinge. Pero esa tarde, en casa, mientras reposaba viendo los documentales de
animales de la dos, miró a su hermano, que dormitaba en el sillón de al lado.
Sus ojos brillaron de cariño.
Increíble relato y magnífica batería de personajes...¡¡¡me encanta!!!Creo que te puede dar muchas satisfacciones esta técnica en tu aula!
ResponderEliminar"Increíble" desde luego, ja, ja...
EliminarMuchas gracias, Teresa.