"Taller de Escritura Creativa" del CEP Huelva - Isla Cristina. Impartido por Teresa Suárez.

lunes, 4 de mayo de 2015

EVOCACIÓN



EVOCACIÓN

            Era un 31 de agosto de un verano poco caluroso cuando llegué a la estación de autobuses de una ciudad cualquiera. Mi nuevo trabajo me había traído hasta el otro lado del mapa. Delante de mí se presentaba un año con novedades de diversa índole. Mi vida de antaño se despedía sin ninguna intención de volver. Atrás dejaba una seguridad conocida para adentrarme en un futuro incierto por el que aposté con los ojos cerrados desde una perspectiva de un hartazgo sin horizonte.

            Mi autobús iba en dirección al norte de la provincia. El recorrido se presentaba tedioso. Las montañas que custodiaban la larga autovía te mostraban un paisaje árido. Su acritud desmoralizaba. Vivir era una suerte de supervivencia. La vegetación era un digno ejercicio de creación. 

            Llegamos de noche a un pueblo seco, solitario y distante. La humanidad se percibía sumergida en su propio cuerpo sin capacidad de salir a las calles. Un viento se levantó de improviso, trayendo polvo de bienvenida aderezado con la sequedad del ambiente.

            En el primer día de trabajo nos presentamos con la normalidad requerida para el caso. No me produjo más atracción que otra compañera. De estatura mediana, delgada, pelo castaño recogido, ojos marrones, nariz puntiaguda, labios finos, tez blanca, manos diminutas. En una primera impresión me pareció una persona con una inteligencia llena de coherencia. No hablamos demasiado. Mis ojos hacían su trabajo proyectando miradas escrutadoras hacia su rostro. Sonrió alguna que otra vez. 

            En el transcurso de las jornadas fuimos estableciendo una relación más estrecha. La timidez recíproca permitió nuestro acercamiento. Descubrimos gustos y formas de ser. Nos sentíamos a gusto uno al lado del otro. Las inquietudes compartidas nos hicieron intimar. 

El calor seco atrasado del estío nos invitó a ver una puesta de sol al lado del silencio espumoso del mar. Sentíamos el aliento apresurado de ambos por ser uno. La luz acuosa de sus ojos me guió hacia sus labios húmedos de ganas. Son las cuatro de la tarde permaneciendo en su habitación tumbados sobre la cama nada familiar. Mis ojos la miran imaginando cómo recorrerla, toda su piel tostada por quien la acarició con anterioridad sin prisa con aquiescencia. No consigo atraparla, retenerla, hacerla parte de mí, llevármela conmigo sin ser mía, estarla sin poseerla, que sea parte libre de mi prisión. Adelantamos la despedida compartiendo cada momento aparentando no aceptar lo que no se puede evitar. Cierro los ojos sumergiéndome en un sueño que despiste al viaje sin su presencia. 

            Hoy somos ecos de un pasado que se resiste a marchar y no hace daño.
            Imagínatela como quieras, seguirá en ti aunque no quieras.

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